Extimā

Un espacio para la escritura extima.
En la Escuela Freudiana de Montevideo abrimos Extimā, un espacio para dar lugar a las
escrituras que emergen desde lo que no se presta al todo del sentido, desde aquello que,
sin ser exterior, no pertenece enteramente al adentro.
Extimā no se propone como archivo. No reúne lo ya dicho ni lo que explica. Es un lugar
donde la escritura hace marca. Y marca a la escritura por venir.
Marca del no-todo, de aquello que escapa a la lógica de la representación y se inscribe
como trazo, como resto, como invención.
Escritura femenina
La letra que da nombre a este espacio —femenina, no por género, sino por lógica—
introduce un sesgo fundamental, la escritura aquí no se organiza según la ley del Uno.
No dice lo que ya se sabe. Es una escritura que escapa a la significación unificante,

pretende interrogar. Se despliega como acto poético, como resto que perturba y
conmueve.
Una poética que no sea ornamental.
Sino extrañeza poética, que desplaza y abre un espacio entre lo que se alude, y lo que se
da a explicar.
Es también alegórica, ya que produce figuras que no se ahogan en el sentido.
Como la belleza, la justicia, la verdad, la locura y la muerte.
No se habla “de” ellas, se las convoca como formas que atraviesan el lenguaje y el
cuerpo.
Formas de lo imposible, que la escritura no captura, pero bordea.

La ninfa, metáfora de lo extimo
La imagen que elegimos para este espacio proviene de una inspiracion del panel central
del Jardín de las Delicias de El Bosco: una figura femenina, una ninfa en la piscina, ni
dentro ni fuera, ni oculta ni expuesta.
La ninfa no habita ni el paraíso ni el infierno.
Habita el centro de la escena, entre lo visible y lo huidizo, entre la carne y el mito, entre
lo divino y lo humano.
No está ausente, pero tampoco puede ser localizada del todo.
Es figura del deseo que no se deja atrapar, por lo tanto, metáfora de lo extimo:
presente en el mundo, pero fuera de lugar. Es una referencia a lo más íntimo, que
aparece como ajeno. Como una verdad que no puede decirse toda.

EXTIMĀ es un espacio abierto a la transmisión singular.
No se trata de institucionalizar la producción, sino de alojar aquello que —a nombre
propio— un miembro de la Escuela desea hacer circular. No es un lugar de saber ya
sabido, sino un dispositivo para sostener el acto de escribir allí donde la práctica
analítica lo empuja. Es una oportunidad y una forma de hacer lugar al testimonio de la
clínica, al estilo propio, a la invención. No se busca aquí el texto “acabado”, ni
corregido, ni consensuado. El valor está en la apuesta subjetiva que cada uno puede
hacer con su palabra.

Fabian Perez,  Montevideo, Agosto 2025

Desamparo

Un homicidio–suicidio como este es algo más que un arrebato individual. Es un crimen cometido por un padre, donde se entrecruzan la violencia que vivimos hoy en lo estrictamente familiar y lo social asociado con el fracaso de las instituciones llamadas a proteger: una justicia que desoye y aplica medidas insuficientes, y una salud mental relegada, sin dispositivos eficaces para contener una crisis que pedía ser atendida. La frase del padre —“no los vas a ver más”— muestra que el acto estuvo dirigido contra una mujer a la que no reconocía como tal, sino como una posesión que podía perder y que quiso anular arrebatándole lo más sagrado y amado: sus hijos. Ellos quedaron atrapados en esa lógica, convertidos en instrumentos de una escena fantasmática de venganza. Fue un pasaje al acto: el momento en que un padre, probablemente ya sin sostén simbólico e incapaz de ejercer su función de tal, se precipitó a lo real arrastrando consigo a quienes deberían haber sido sus resguardados. Se mostró en el momento de su acto como portador de una alienación mental y de una violencia que lo llevó a arrogarse un poder absoluto sobre la vida y la muerte, borrando así cualquier rasgo de cuidado o transmisión que define a un padre. Lo intolerable es que los niños hayan pagado con su vida la fragilidad y la violencia de los adultos, en un contexto de lo social que hoy lo facilita. Este crimen no es un hecho aislado: es un síntoma que desnuda la precariedad de los dispositivos de protección infantil y familiar, y nos obliga a preguntarnos cuánto se sigue tolerando esta violencia que atraviesa a madres, padres, hijos y hermanos.

Y aquí cabe preguntarse: ¿qué lugar le queda a la vida humana en un mundo donde lo social está atravesado por la aceleración del consumo, relegando cada vez más los valores humanos bajo la lógica de los algoritmos? ¿Qué sucede cuando se pretende asignar un valor numérico a lo que carece de cálculo, porque la subjetividad no puede reducirse a métricas ni indicadores? ¿No es también esa reducción, esa desubjetivación, otra forma de violencia que termina resonando en lo más íntimo de las familias y en lo más frágil de la sociedad? Quizá no sea solo casual sino además metafórico que ese padre trabajador se arrojara desde el mismo puente que se dice ayudó a construir, como antes había intentado construir una familia, pero lo hiciera a la velocidad con que hoy también se nos impone vivir, alejándose de los valores más humanos y precipitando en su caída lo que debería haber sido sus resguardados. Ningún acto como este puede pensarse solo desde lo psicopatológico: depende también, y de manera decisiva, de lo social. Es una violencia acorde a estos tiempos que confunden velocidad con destino, cálculo con valor, y consumo con vida.
Dejando al amor relegado, descuidado, casi borrado… aunque siga siendo lo único capaz de sostener, en silencio, la posibilidad misma de la existencia.

Enrique Rattin.
Montevideo, septiembre 2025.

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